viernes, 15 de enero de 2010

Opina sobre el cuento "El Mensajero"

El siguiente es un cuento que escribí y lo subo porque me gustaría conocer tu opinión.

El Mensajero
Autor: Escudero

“He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino delante de ti.”
Mateo 11:10.


El sol castiga con intensidad y la escasez de agua es apremiante. Las condiciones para la vida humana son paupérrimas, pero este es el territorio del Angelos. Y el que quiera que su vida reverdezca debe venir aquí. Pudo suceder en cualquier lugar: en la Roma de los ejércitos, en la Atenas de los filósofos, en la Alejandría de los eruditos o en la Jerusalén de los religiosos. Pero no. Es aquí, en el desierto, donde el sediento es saciado y el hambriento alimentado, el desesperanzado encuentra esperanza y el moribundo... nueva vida. ¿Milagros? No, aquí no hay paralíticos que caminen, ni ciegos que vean, ni sordos que oigan. Solamente está el Angelos cumpliendo su misión. Tal vez ese sea el milagro del desierto.
Las multitudes se atropellan cada día para escucharlo. El arrepentimiento y la humillación: el fruto de sus palabras. Y esto pese a que no hay milagros, ni comodidades, ni la apariencia del Angelos es la más bella. Solo su mensaje producía tales resultados.
Angelos. Este vocablo griego generalmente es traducido “ángel” y en otros textos por el término “mensajero”. Juan el Bautista es definido como un angelos por el propio Jesús. El Hijo de Dios proclama que el rústico profeta es el cumplimiento del oráculo de Malaquías: “He aquí yo envió mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti.”
De acuerdo a la costumbre de la época, antes que el rey visitara alguno de sus dominios, iba el correo real anunciando la visita, a fin de que la gente y el lugar se alistaren. Esa era la función del mensajero, encargarse de los preparativos: que los caminos estén reparados y transitables, eliminar obstáculos e impedimentos, en otras palabras, que todo sea digno del Rey. ¿Y qué ganaba el mensajero? La fiesta que celebraría la ciudad, no sería para él, sino para el Rey. Si el soberano era recibido como lo merecía, entonces el Angelos cumplió su misión. Preparar el camino, crear expectativa, no buscar reconocimiento sino apuntar al Señor. El reflector escénico dirigido hacia Jesús y no hacia él. Por el contrario, el proyector de luz en su mano, a fin de moverlo para que en todo momento el que destaque sea Jesús.
Juan el Bautista es un buen angelos cuando dice: “éste es el que viene después de mí...” o “viene uno más poderoso que yo...” . El mensajero cuando ve a Jesús acercarse exclama: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” (No me busquen a mí, sino a Él).
Ser fiel a su mensaje le roba popularidad. Sus discípulos le abandonan y sus enemigos le encarcelan. Le usurpan el sol y el espectáculo de cientos de cabezas enfundadas en rústicos recortes de tela blanca plasmadas sobre el uniforme azul del cielo desértico, es sustituido por oscuras y mugrientas paredes.
Criatura del desierto. Peor que la muerte es el encierro. Y el peor de los encierros es sufrirlo con el aguijonaente pensamiento de haber desperdiciado la vida preparando el camino a un rey que en realidad no lo era. “¿Por qué no reacciona como el rey? ¿Acaso no tiene cuidado de que su Angelos esta encerrado aquí?”. Cientos de pensamientos en la cabeza de una criatura del desierto recluida entre cuatro paredes. Debe terminar con ese tormento... y envía mensajeros al supuesto Rey.
Los dos discípulos que Juan el Bautista manda a Jesús con un interrogante son angelös (angelos en plural). El profeta está en la cárcel. Los días enseñando en el desierto eran lejanos. Los bautismos multitudinarios solo un recuerdo. El sol en la piel parte de un pasado añorado. Y la esperanza de que “el que viene detrás de mí”, llámese Mesías o Cristo, acudiese al rescate, solo un suspiro. Entonces acude a los mensajeros. Solo una pregunta para morir en paz, para disipar toda duda, para darle sentido a su vida y dispersar esa negra nube burlona, llamada “desperdiciaste tu vida”.
Solo una pregunta: “¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?” El versículo 20 es casi aburrido. Es un párrafo que los escritores de este tiempo lo modificarían. Lo florearían, lo hermosearían con algún sinónimo. Pero no. La historia es así. Puede parecer aburrido o mal escrito al transcribir dos veces la misma pregunta: “¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?” . Pero así se registró en la Biblia y es un tributo a la fidelidad de los mensajeros. Ni un punto, ni una coma cambiaron al mensaje. Tal cual lo recibieron, así lo entregaron.
Angelos. Palabra lejana pero cercana. Ajena a nuestro idioma pero describe nuestra función: entregar un mensaje, preparar el camino a Jesús y glorificar a Dios. Ese es nuestro vocación, somos llamados a ser Angelos. En medio de las tinieblas de este siglo, manejar el reflector para que el pleno del haz de luz caiga sobre Jesús. La actitud de un Angelos es la de Juan el Bautista cuando dice: “Es necesario que él (Jesús) crezca, pero que yo mengue.” ¿Y hacer milagros? Tal vez, pero el mayor milagro es que un Angelos cumpla su misión. Se necesita poder sobrenatural para menguar mientras Jesús crece.
La espera se hace eterna. El tiempo devora la arena en el reloj y los mensajeros que no vuelven. Es que Jesús los llevo a pasear. Primero, un ciego recuperó la vista. Luego, un cojo corría frenéticamente y un sordo repetía con vehemencia cada palabra que escuchaba.
Mientras tanto, Juan en la cárcel traza surcos con su inquieto caminar. La respuesta que aguarda puede darle sentido a su existencia. ¿Valió la pena pasar la vida envuelto en piel de camello, comiendo langostas y miel? Además, renunció al privilegio de formar una familia y de tener un trabajo formal por ser un Angelos. Ahora la pregunta que le taladraba la mente era: ¿Jesús es el rey o no? Porque si no lo es, había entregado su vida a la causa equivocada. La demora lo consume.
Jesús continua con su paseo. Los mensajeros se asustan cuando se detiene ante un leproso, pero grande es su asombro al contemplar como la carne cubre nuevamente los huesos, hasta quedar completamente sano. Pero el corazón les explota al ver al muerto resucitar.
Jesús es un excelente guia turístico ¿Qué más podían pedir de un paseo? Están desbordados y sobrecogidos. Es en ese momento en que el Maestro se vuelve hacia ellos para decirles unas palabras y finalizar el paseo: “Vayan y hagan saber a Juan las cosas que oís y veis”.
Corren para entregar el mensaje. Juan casi no puede entender lo que dicen por la euforia de sus discípulos. Pero escucha atentamente ¿Qué otra cosa puede hacer un Angelos? Él sabe cuan importante es para un mensajero entregar su correo.
Ahora entiende. ¡Por fin comprende! Y aunque pase el resto de su vida en la cárcel, el Angelos puede morir en paz.